
11 Jun Los secretos detrás del éxito de E.T.: los tres actores que le dieron vida al muñeco y el boom de los juguetes
El film fue mucho más que una película sobre un extraterrestre. Fue una historia de duelo y afecto, de infancia y desarraigo, que cambió la forma en que el cine hablaba del “otro”.

El 11 de junio de 1982, llegó a las salas de cine de Estados Unidos una historia inesperada: la de un niño solitario que encontró en un extraterrestre abandonado al amigo que no tenía. E.T., el extraterrestre, dirigida por Steven Spielberg, conmovió desde el primer instante al público. Pero hubo mucho más que emoción: esa criatura de piel arrugada marrón, de ojos enormes y movimientos torpes transformó la forma en que Hollywood se refería a la infancia, redefinió el vínculo entre cine y consumo masivo, e instaló frases que hasta hoy sobreviven en la memoria colectiva.
A más de cuatro décadas de su estreno, E.T. sigue siendo recordada por su trama, por los millones espectadores que la vieron. En el primer de semana recaudó 11 millones de dólares. Además, cambió el modo en que una generación imaginó la amistad y el miedo a lo desconocido.
El film también se convirtió en un fenómeno cultural global, en un contexto atravesado por la Guerra Fría y el temor persistente a lo desconocido y al conflicto nuclear. Frente a la narrativa conocida del extraterrestre como amenaza, Spielberg eligió contar una historia emotiva desde la mirada de un niño que no teme al otro, sino que lo protege. Esa decisión alejó a E.T. del estereotipo del invasor: en lugar de responder con miedo o rechazo, Elliott eligió el cuidado, la empatía y el vínculo afectivo. Era un niño que no se sentía
Un extraterrestre que entendía la soledad
Para millones de espectadores —las niñas y niños que crecieron en los años 80— E.T. fue mucho más que una película de aventuras o ciencia ficción. La historia de Elliott —un chico con padres divorciados, que pasaba tiempo sin adultos cerca, curioso, tímido y sensible— presentó un modelo familiar poco habitual para el cine infantil de la época, alejado del ideal tradicional que predominaba en las pantallas estadounidenses. La figura del extraterrestre, indefenso y vulnerable, funcionó como espejo emocional: permitió hablar de la angustia, el miedo y la soledad en la infancia, más allá de los vínculos familiares directos. Algo que rara vez se abordaba con tanta sensibilidad en películas destinadas a un público amplio.Se escribió mucho sobre la carga emocional del guion de E.T., en el que Spielberg —ya consolidado como una figura clave del cine contemporáneo— canalizó su propia infancia atravesada por el divorcio de sus padres. No desde el resentimiento, sino desde la búsqueda de consuelo. Esa herida transformada en relato dio lugar a un vínculo central: la conexión entre Elliott y E.T. estuvo basada en el reconocimiento mutuo de la fragilidad. Desde esa mirada profundamente empática, alejada de los estereotipos del cine de ciencia ficción, el extraterrestre fue un personaje humanizado, que no vino a conquistar ni a explicar el universo, sino a traer un idioma nuevo: el de quienes hablan con el corazón. Cada vez que E.T. se emocionaba, su pecho se iluminaba. Y el de los espectadores, también.
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Ese impacto emocional fue acompañado por decisiones cuidadosamente pensadas en el rodaje. La cámara se ubicó, casi siempre, al nivel de los ojos de los niños, lo que permitía que la historia se contara desde su punto de vista emocional. El lenguaje corporal tuvo un papel central —los gestos, las miradas, los silencios— y la banda sonora, compuesta por John Williams, amplificaba cada movimiento como si se tratara de una partitura afectiva. La música no se añadió sobre las escenas: en varias secuencias clave, fue grabada en sincronía con la acción para capturar la energía emocional en tiempo real. “Lo que me hizo llorar no fue el guion, fue la sensación de estar despidiéndome de alguien que me había salvado”, recordó Henry Thomas, el actor que interpretó a Elliott, al evocar la escena final que conmovió a varias generaciones.